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Corazón Apasionado

  • andresayala3
  • Jun 26, 2024
  • 2 min read

La santidad no es la palabra hueca

sino encarnada, ni es la cara estoica;

pero tampoco es llama de hojas secas

que dura nada. Ella es como una roca

de la que mana agua y sangre, y su boca

es corazón herido que se queja.

 

¿Cómo era humano el Corazón de Cristo?

¿Tuvo pasiones? ¿Alguien las ha visto?

 

Cuando, en Caná, a la mesa se sentaba,

gozó del vino, no lo tomó con miedo

ni en exceso, ni sin acción de gracias;

ni se olvidó ser Dios al ver tristeza

cuando, acabado el vino de la fiesta,

inauguró la Fiesta que no acaba.

 

Se enojaba contra los fariseos

y a latigazos expulsó mercantes;

lloró la muerte del que estaba enfermo,

que murió por no haber Él llegado antes;

y, aunque sabía de su triunfo eterno,

triste de muerte transpiró su sangre.

 

Él sintió las pasiones porque quiso

y elegía sentir sólo las buenas;

porque no lo arrastraban sin permiso

sino que Él las dejaba que fluyeran

cuando convenía, como una represa

que se abre a voluntad cuando es preciso.

 

Nos redimió con pasión, con su tristeza,

con su angustia, ansiedades y temores…

¡Mirad si hay un dolor más encarnado!

¡Pasión entretejida de pasiones!

Pasiones, redentoras en su carne,

redimidas, redimen a los hombres.

 

Si el Corazón de Cristo no es de piedra

sino de carne, compasión y amores,

la santidad, entonces, no es abstracta:

es encarnar la gracia en las pasiones

para ofrecerlas, por la cruz purgadas,

resucitadas en puros corazones.

 

La santidad no es sólo pasiones

ni el Verbo Encarnado es sólo carne;

pero ¡cuidado con las abstracciones

y los estoicos del deber sin sangre!

La pasión que Dios quiere para el hombre

no se niega sin negar a su Hacedor:

hay que negar la pasión desordenada

y la creatura aparte del Creador.

 

La pasión da esplendor a la obra buena

porque encarna la gracia ante los hombres:

no sea del obrar la sola causa

pero no sea excluida de su corte;

y el que no la sienta, no se culpe

ni la desprecie en otros corazones.

 

Sagrado Corazón, en vos confío:

¡ayúdame a educar estas pasiones!


Andrés Ayala, Junio 2024

 
 

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