La Poesía del Sabio
- andresayala3
- Mar 5, 2024
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En honor de Santo Tomás de Aquino
La gloria de Santo Tomás no es solamente haber sido metafísico, sino también haber sido poeta. Es el máximo doctor de la Iglesia por eso mismo. De su ser guerrero que hablen otros, yo hoy no puedo.
Que el sacerdote deba ser poeta no quiere decir que tenga que aprender a tocar un instrumento o a componer poesías como Santo Tomás. Ser poeta, para el sacerdote, significa tener una sensibilidad bien formada, apta no sólo para percibir sino también para comunicar.
El poeta no forma silogismos en su mente, sino palabras en el aire y sonetos de papel. El sacerdote poeta no comunica ideas: nadie puede comunicar ideas sino sólo Dios y los ángeles. Nosotros, si queremos comunicar ideas, si queremos formar corazones, tenemos que hacernos poetas y formar palabras. Es decir, hay que tener las ideas, hay que poseer la metafísica y la teología de Santo Tomás, como nos pide la Iglesia. Pero para comunicar ideas hay que ser poeta. Hay que pintar en el aire, con palabras, una verdad encarnada, hay que formar una imagen preñada de verdad, para que la luz intelectual de nuestro hermano pueda abstraer esa verdad y su intelecto posible le pueda dar la bienvenida en su corazón.
Tal vez nadie en el mundo ni en la historia haya tenido la luz intelectual de Santo Tomás de Aquino. Pero es aún más probable que nadie haya sido mejor poeta que él. Y no lo digo tanto por sus poesías, que desarman por su combinación de sencillez y profundidad, sino por su modo de escribir y comunicar. Santo Tomás no era un intelectualoide abstraído en su burbuja o desencarnado. Santo Tomás era un artista de la palabra, como todo verdadero maestro. El maestro busca decir lo que tiene que decir del mejor modo posible para que el alumno entienda, para acercarlo a la verdad, no para poner distancia o para apabullar. Santo Tomás hizo brillar la verdad católica y desapareció detrás de su resplandor. Nos dejó embelesados con la belleza de su obra, no con su persona. Comunicó la verdad, no su personalidad… o mejor, nos dijo quién era sin siquiera hablar de sí mismo: un sabio humilde, una luz apacible, un metafísico de la Verdad Encarnada, un poeta con la pluma del Verbo, un guerrero con la espada de la Palabra.
